domingo, 8 de enero de 2012

COSITAS SOBRE LA PEQUEÑA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL

Escribo una... bueno... (iba a decir 'pequeña' pero esta vez no es que lo sea mucho...) entrada sobre economía (mayormente sobre los acontecimientos económicos sucedidos en los grandiosos Estados Unidos). Es un breve resumen y elaboración que he ido redactando con extractos de un documental harto interesante que recomiendo: 'Inside Job'(para cuando tengáis las neuronas despiertas porque no es que sea fácilmente digerible). Expongo, pequeños lectores: 


PARTE I: COMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ

Desde 1929, EE.UU, vivió 40 años de crecimiento económico sin una sola crisis, la industria estaba muy regulada y la mayoría de los bancos eran negocios pequeños y tenían prohibido especular con los ahorros de los depositantes.

En los años 80, con la llegada de Ronald Reagan al gobierno, se inició un periodo de 30 años de desregulación financiera, que permitía arriesgar el dinero de los depositantes. A finales de los 80, cientos de estas sociedades quebraron, mucha gente perdió sus ahorros y el sistema económico conquistó poco a poco el sistema político.

A partir de los 90, con la administración de Clinton, se produjo una enorme concentración de las entidades. Esta concentración dio como resultado un sector financiero formado por unas pocas firmas gigantescas, con lo que la quiebra de una podía amenazar todo el sistema. Se aprobaron leyes que dejaron sin efecto las que en el año 29 impedían las fusiones.

En el 2001, se produjo un crac en las empresas que se habían creado en Internet. Previamente los analistas bursátiles conocían la situación de estas empresas y sabían que iban a quebrar, pero, como cobraban por volumen de negocio, continuaron con su dinámica. Asimismo, la Comisión del Mercado de Valores (creada durante la Depresión para regular la inversión financiera), no hizo absolutamente nada por controlar este proceso.

En diciembre de 2002, 10 bancos de inversión evitaron los tribunales pagando 1.400 millones y prometieron cambiar sus prácticas. Con la desregulación las compañías más grandes del mundo han blanqueado dinero, estafado clientes y maquillado sus libros una y otra vez.


En la década de los 90, los avances tecnológicos sumados a la desregulación previa causaron un explosión de productos financieros llamados ‘derivados’. Economistas y banqueros afirmaban que reforzaban los mercados, pero, sin embargo, los desestabilizaban. Usando derivados los bancos podían especular con cualquier cosa: con el petróleo, la quiebra de una empresa, incluso con el clima. A finales de los 90, los derivados eran un mercado no regulado de 50 millones de dólares. En 1998, la presidenta de la Comisión de Comercio de Futuros emitió una propuesta para controlarlos. Un grupo de banqueros le ordenó, de un modo intimidatorio, que abandonara el asunto e iniciaron una batalla titánica para evitar la regulación, emitieron un comunicado conjunto reprobándola y sugiriendo legislación para evitar la regulación de los derivados. En el año 2000, estas iniciativas consiguieron que se aprobase la Ley de Modernización del Mercado de Futuros, que prohibía la regulación de los derivados.

En 2001, cuando Bush llegó al poder, el sector financiero era más rentable y poderoso que nunca. La cadena formada por cinco bancos de inversión, tres aseguradoras de garantías de inversión y tres agencias de calificación de riesgos, vinculaba billones de dólares en hipotecas y demás préstamos a inversores de todo el mundo. Se calificaban AAA inversiones en hipotecas que no eran seguras (subprime). El sistema era una bomba de relojería. A los prestamistas ya no les preocupaba la cancelación de la deuda y empezaron a arriesgarse más, los bancos tampoco se preocuparon y las agencias de calificación, pagadas por los bancos, no eran responsables si las calificaciones eran erróneas.

PARTE II: LA BURBUJA (2001-2007)

Como todo el mundo podía tener una hipoteca, el precio de la vivienda se puso por las nubes. El resultado fue la burbuja financiera más grande de la historia. Vendedores y directivos se lucraron enormemente. En Wall Street, esta burbuja generaba miles de millones en beneficios. El proceso era una pirámide de Ponzi. Las operaciones de Lehman Brothers como garante de créditos subprime y de la aseguradora AIG vendiendo derivados llamados ‘permutas de incumplimiento crediticio’, formaron un sistema de alto riesgo que podía llegar a destruir tanto sus propias empresas como todo el sistema financiero. Otros grupos financieros adoptaron la misma operativa de riesgo. El sistema llegó a estar tan corrompido que se vendía algo a alguien, luego se apostaba contra ese mismo valor y no se le revelaba a la persona las condiciones de aquello que se le estaba vendiendo. Con la venta de estos productos, los directivos de estas empresas consiguieron altos beneficios a corto plazo.

PARTE III: LA CRISIS

En febrero de 2006, el presidente de la Reserva Federal negó que existiera la posibilidad de que la burbuja explotase. A pesar de determinadas advertencias, fue el año en que se vendieron más subprime y la Reserva Federal no hizo absolutamente nada. Sólo en 2009, se empezó a admitir que había un problema, a pesar de que ya en 2004 el FBI había advertido de una oleada de fraudes hipotecarios. Por parte de diversos organismos se advirtió al Tesoro y a la Reserva que se venía encima una enorme crisis. A pesar de insistir en que no había peligro, se comenzó a inyectar dinero público a bancos que estaban al borde de la quiebra. En esas fechas (2008) fue cuando quebró Lehman Brothers. Como ella, muchos de los bancos que anteriormente ya habían quebrado tenían la calificación AAA. La crisis estaba abierta y en ese momento algunos de los miembros más distinguidos de la Reserva Federal dimitieron. Se desveló que tanto las entidades financieras mencionadas como el Gobierno no tenía ningún plan para el caso de que se produjera la bancarrota. En estas circunstancias el Gobierno y la Reserva Federal, pidieron al Congreso millones para rescatar a los bancos, argumentando que la alternativa si no se concedían era una quiebra financiera catastrófica. Todo el sistema se paralizó. El Gobierno rescató a la aseguradora AIG, lo que costó a los contribuyentes más de 150.000 millones. Bush firmó en 2008 un rescate de 700.000 millones de dólares. A pesar de estas medidas, las bolsas del mundo siguieron cayendo y comenzó a producirse una recesión mundial. Se demostró que en un mundo muy globalizado las economías estaban ligadas y las consecuencias a nivel general fueron los despidos y el paro generalizado. Los más pobres fueron los que más padecieron los resultados de ésta crisis.

PARTE IV: LA RESPONSABILIDAD

Los que arruinaron sus propias compañías y sumergieron al mundo en esta crisis sobrevivieron al naufragio con sus fortunas intactas. En vez de despedir a los directivos, a muchos se les permitió quedarse e incluso recibir bonos extra, y a otros se les permitió dimitir, llevándose mucho dinero.

En EE. UU. los bancos hoy son más grandes, más poderosos y están más organizados que nunca. Después de la crisis el sector financiero trabajó en contra de cualquier intento de reforma del funcionamiento del sistema económico.

El sector financiero buscó, en unos casos de manera directa y en otros más sutil, adueñarse del control político e intelectual.
Por un lado, invirtiendo grandes sumas de dinero en las campañas políticas y por otro, buscando aliados bien pagados en los centros de poder de las universidades con objeto de difundir teorías económicas que amparasen la desregulación. Los profesores que enseñaban economía no vivían de su sueldo en la facultad sino que conseguían mucho dinero como asesores, ayudando a la industria financiera a crear el debate público y político que les convenía. Muchos académicos, algunos de los cuales ocupaban puestos relevantes, eran a su vez asesores de la banca ganando sueldos millonarios por este tipo de actividades.

PARTE V: DÓNDE ESTAMOS AHORA.

El poder creciente del sector financiero fue parte de un cambio en EE. UU. Desde los 80 se ha convertido en una sociedad más injusta. Miles de obreros son despedidos y otras industrias que surgieron, tales como la informática, con empleos bien pagados requieren unos estudios inalcanzables por el americano medio, que cada vez tiene menos acceso a la universidad. La financiación de las universidades públicas ha descendido cada vez más y las matrículas suben de precio. Mientras tanto, la política fiscal cambió y se mantiene a favor de los ricos. Como consecuencia, la desigualdad económica en Estados Unidos es ahora mayor que en cualquier otro país desarrollado. Por primera vez en la historia, el americano medio tiene menos educación y es menos próspero que sus padres.



Cuando la crisis atacó, antes de las elecciones del 2008, Obama señaló la codicia de Wall Street y la desregulación como ejemplos de la necesidad de un cambio en América. Tras asumir su cargo después de ganar las elecciones, habló de reformar la industria financiera, pero las medidas que adoptó fueron tan endebles que no afectaron para nada a la industria financiera. La razón principal es que muchos de aquellos que participaron en la burbuja que causó la crisis ocuparon puestos muy relevantes en los principales organismos económicos del Gobierno. La administración de Obama nunca reguló las indemnizaciones bancarias tal como se hizo en el extranjero (Suecia, Países Bajos, Italia, España, etc), donde se impusieron regulaciones estrictas a dichas indemnizaciones. A mediados de 2010, ni un solo directivo financiero había sido imputado o ni siquiera arrestado. No se había nombrado ningún abogado de la acusación especial y ninguna entidad financiera había sido procesada por fraude bursátil o financiero. La administración de Obama no ha intentado recuperar las indemnizaciones que dieron a los ejecutivos financieros durante la burbuja.

Durante décadas, el sistema financiero americano fue estable y seguro. Pero, de pronto, algo cambió. La industria financiera le dio la espalda a la sociedad, corrompió el sistema político y sumergió la economía mundial en una profunda crisis. A un precio enorme se ha evitado el desastre y estamos recuperándonos. Pero los hombres y las instituciones que la causaron siguen en el poder y esto debe cambiar. Nos dirán que les necesitamos y que lo que hacen es demasiado complejo para que lo entendamos. Nos dirán que no volverá a ocurrir. Gastarán miles de millones en oponerse a la reforma. No será fácil. Pero hay cosas por las que merece la pena luchar.