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El significado de la democracia es igual de ambiguo en nuestros tiempos, y la conveniencia retórica de esa ambigüedad es más evidente que nunca. Por ejemplo, es posible comprender cómo se podrían utilizar las afirmaciones en favor de la democracia para apuntalar los movimientos en pro de los derechos civiles, la ampliación de los privilegios de voto y la protección de la libre expresión. Sin embargo, la democracia se utiliza también para favorecer las causas de libre mercado y los cheques de elección escolar, y para defender el dominio de los dos partidos políticos principales. Todos los días oímos utilizar la defensa de la democracia incontables veces para justificar casi cualquier cosa que la gente desee hacer: "Oye, estamos en una democracia ¿no?".